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     Origen dinástico nazarí: los Ansar de Medina

Por Bárbara Boloix Gallardo

Departamento de Estudios Semíticos (Universidad de Granada)



Como cualquier dinastía islámica medieval de su tiempo, los Nazaríes crearon su propia genealogía. La importancia de contar con unos orígenes familiares de prestigio radicaba en la necesidad de legitimarse, tanto política como religiosamente, delante de sus súbditos. Es por ello que los Banü Nasr no dudaron en buscar un ancestro destacado dentro del entorno social que tenía el profeta Mahoma en el siglo VI, una práctica que ya habían desarrollado ampliamente todos los linajes responsables de reinar, total o parcialmente, el territorio del vasto imperio islámico durante la Edad Media.

La estrategia desarrollada por los Nazaríes para hallar su pretendido ascendiente fue la de realizar un hábil juego de palabras. Consideremos que la denominación principal de esta familia, Banu Nasr (“hijos” o “descendientes de Nasr”), deriva de la raíz árabe “na-sa-ra”, verbo que en castellano significa “ayudar”, en el sentido de “asistir al alguien frente al enemigo a conseguir la victoria”. Era de sobra conocido que, en los primeros tiempos del Islam y en vida de Mahoma, existía en la ciudad de Medina (península de Arabia) una tribu llamada al-Ansar (literalmente “los defensores” o “los auxiliares”), denominación también derivada de la ya referida raíz árabe “na-sa-ra”. Dicha confederación tribal estaba integrada por dos familias árabes del sur (al-Aws y al-Jazray), procedentes de Yemen, que se habían establecido en la ya mencionada Medina en época pre-islámica. Cuando el profeta huyó a esta ciudad en el año 622 durante la Hégira, tanto los Aws como los Jazray prestaron una gran ayuda a él y a su causa, convirtiéndose al Islam. En agradecimiento a su gran apoyo, estas dos ramas familiares fueron denominadas en conjunto Ansar al-Nabí (“los auxiliadores del Profeta”) y agrupadas, por lo tanto, en una única confederación tribal de carácter honorífico.

Los creadores de la genealogía nazarí eran conscientes del peso, político y social, que el colectivo de los Ansar había tenido en el Islam temprano y de su cercanía a Mahoma. Es por ello que los eligieron como ascendientes de la dinastía a pesar de que ésta no tenía en realidad vínculos familiares ni de sangre con tal grupo tribal. Sin embargo, se fijaron especialmente en el miembro más destacado de dicha tribu: un personaje medinés llamado Sa’d Ibn Ubada (m. 635 ó 636). Esta figura, de destacada generosidad, era muy estimada por Mahoma y había llegado a ser el máximo responsable de la tribu de los Jazray. De hecho, a la muerte del profera (acaecida en el año 632) Sa’d Ibn Ubada ambicionaba convertirse en el primer califa del Islam; y, aunque estuvo a punto de ser nombrado para este cargo, no pudo finalmente acceder al califato por pertenecer a una tribu distinta de la del profeta Mahoma. Decepcionado, Sa’d Ibn Ubada se traladó al final de su vida a Siria, donde falleció tan sólo unos años más tarde (hacia 635 ó 636). Los genealogistas de los Nazaríes realizaron el entronque teórico de estos últimos con Sa’d Ibn Ubada a través de uno de los hijos de éste, llamado Qays.

Esta historia no debe quedar en una mera anécdota, pues tendrá su eco en el seno de la propia dinastía de la Alhambra. Y es que los Banu Nasr comenzaron reclamar y a difundir su ascendencia Ansari a partir del siglo XIV. Este fenómeno coincidía con el cambio de rama familiar reinante en la dinastía nazarí y con la intención de esta última de proclamar un califato que, en realidad, no tuvo trascendencia fuera de los muros de la Alhambra. La invención de la genealogía nazarí en dicha centuria tuvo, además, su reflejo en otros hechos. Uno de los más llamativos y evidentes fue la onomástica de los varones de la familia: no es casualidad que en los siglos XIV y XV empiecen a proliferar los nombres de Sa’d, Qays y Nasr en el árbol genealógico nazarí; ni que en estos siglos, los poemas laudatorios de la Alhambra se plasmen de continuas referencias al privilegiado Ansarí de esta estirpe. En ello se aprecia claramente un intento reiterado por parte de los Nazaríes de constatar la autenticidad de su linaje y de legitimar su derecho a reinar.

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